miércoles, 8 de agosto de 2007

Mala remembranza

Llegó la semana de la amistad, y con ella la memoria de episodios referidos al acontecimiento.
Entre ellos recordé el juego del “amigo invisible”, para quienes no han tenido tal experiencia lúdica, les diré que básicamente se trata de enviar regalos y correspondencias a alguien en forma anónima. Se realiza dentro de un grupo de amigos, y mediante un sorteo se define quien le escribe a quien. Así, durante un lapso de tiempo determinado se entregan cosas hasta que el día pactado cada uno intenta adivinar quien era su amigo invisible.
Recuerdo ser partícipe de esos grupos junto a mis compañeros de primaria. La experiencia no fue del todo buena.
Puedo confirmar que el encargado de enviarme presentes a mi, no era nunca miembro de una familia beneficiada por la economía menemista. Les comento que mi infancia se desarrollo en la década pasada, y mi amigo invisible de cada experiencia era victima de una precaria condición social.
Es así como para mi, una nena de 9 o 10 años me resultaba frustrante cada período del juego.
En principio porque recibía cartas hechas con letras de diario (porque el manuscrito era una pista fundamental para revelar el remitente), y dicho recurso no resultaba tan prolijo como el uso de un ordenador.
En mi cabeza están perpetuados los momentos en que otros contaban con entusiasmo el hecho de haber recibido cajas de bombones, ositos de peluche u otras pavadas valiosas para un niño. Mi caso difería del de ellos, ya que era la beneficiaria de una linda manualidad, un gran gesto por cierto, hecho con mucho amor, pero yo quería otra cosa!! Era una infante!!
Tal vez con esto explique el porqué del egoísmo infantil, es decir el porqué de que uno, siendo un poco más pudiente que su dador, obsequiaba a su receptor aquellos dulces discriminados en la caramelera de la abuela, esos que permanecen sin tocar aún cuando se renuevan el resto de las golosinas que integran el frasco, me refiero a los bastoncitos de Viena, o los caramelos media hora.
Así es como puedo comprobar la importancia de lo empírico en la niñez, la capacidad de eternizarse hasta lo mas insignificante, que se explica con el gran significado de ayer, como por ejemplo el no recibir lo esperado de un amigo invisible.
VANINA