miércoles, 23 de abril de 2008

Era yo con la edad de oro

Me vi dentro de 30 años… y cuando digo me vi nada tiene que ver con esos jueguitos supersticiosos en los que hay que levantarse a cierta hora de la madrugada y observar el reflejo propio en un espejo, creo que a la luz de una vela o algo así, (cosas que poco me importan, simplemente porque no creo que un retrato del futuro tenga la capacidad de predecir, que por ejemplo, ante la concentración emocional de bailar “la lambada” a ojos cerrados, me iba a encontrar incrustada en el filo de una pared, con la consiguiente aparición de una cicatriz en la frente, que ha de acompañarme hasta el final).
Cuando digo me vi, digo que desde el interior pude apreciar a una persona estándar de unos cincuenta años que llevaba mi envase. Y como creo haber leído en alguna agenda infantil o la tapa de algún cuaderno de secundaria que soy única, indudablemente esa era yo.
Ocurrió ante un operativo policial, cuando cinco automóviles portando aproximadamente a 20 de las personas encargadas de velar por la seguridad de todos, se concentraron en una calle para intervenir en una pelea de pareja. (Entiéndase por pareja a dos seres, uno de cada sexo).
Pareciera que hubiese un manual de instrucciones a cerca de cómo actuar cuando uno es indagado como testigo: brazos cruzados, cabeza gestualizando negación, el cuerpo unos centímetros atrás de la nuca, carretilla estirada. Como no lo hay supongo que nuestra información genética, dado el incremento de delincuencia con los años, se adaptó y contiene caracteres que nos guían en experiencias como estas.
Pero al ver como seguí procediendo me di cuenta que entre todos construimos, como en tantas otras esferas de la vida, la forma adecuada de actuar. Como no esta en mi infringir las leyes sociales, mi compañera y yo nos cruzamos de vereda simulando una despedida que coincidía con la mejor platea para ver los hechos.
Luego de que pase un tiempo considerable, uno se empieza a sentir familiar con las personas que lo rodean, de allí que de repente me vi en medio de los policías intercambiando información y observando desde el propio escenario, lo que me convirtió en miembro del elenco, y tal vez debería enorgullecerme… o no….
Mi presencia fue opacada por un sujeto que salió de una casa rodante, descalzo (no se si eso aporta algo, pero creo que puede abrir puertas a la imaginación de muchos). Nuevamente fui un ser con medio siglo vivido, al escucharme decir “el muchacho ese sabe algo”, esa palabra… “muchacho”, mas que oportuna!
Se me hace imposible explicar la cantidad de cosas que pasan en actos como estos (talvez ahí se encuentre el porqué de tantos efectivos trabajando). Como ejemplo puedo citar a un auto que pasaba y se detuvo para entregar a un policía una bolsa con un paquete que posiblemente envolvía empanadas, y una gaseosa (Ives pomelo).
Como era de suponerse, yo con mis 50 años encima me sentí cansada y me retiré, al igual que el “muchacho” y los pibes de seguridad.
Y después los comentarios al respecto… con el lenguaje que la sociedad pacta, por supuesto.

VANINA 23/04/08